poesia italiana traducción Erika Reginato

mío,     

es bien pesado llevarte en este carruaje

que conduzco en el día de la aridez

hasta tus miles grietas de consuelo!

 

desde hace muchos años…


 


Sella sus versos del flujo memorial y activa recursos repetitivos, anafóricos que a veces se suspenden en visiones iluminativas y alucinantes. 


 


(del libro Tú eres Pedro, 1961 en Antología personal de Antonio Gassman, 2000)


 


Si tuviera la ligereza de una niña


en vez de este, torturado,


pesadísimo corazón y conociera


la pureza de las aguas como si estuviese


dentro de una cosecha de mitos ― sacrificios,


desnudaría esta insípida memoria


para sumergirme en ti, hecho hombre.


 


Te debo las cosechas más fructuosas


de la tierra  que ya no es de espigas


y te debo palabras como las abejas


deben la miel a su flor. Porque te amo


querido, desde siempre, antes del infierno,


antes del paraíso, todavía antes


de ser arrojado en la arcilla


mi cuerpo asustado. ¡Amor mío,     


es bien pesado llevarte en este carruaje


que conduzco en el día de la aridez


hasta tus miles grietas de consuelo!


 


 


Cristina Annino (Arezzo, 1941).


 


 


Poeta, escritora y traductora que actualmente vive en Roma, ha participado en el grupo poético “Gruppo 70” aunque es desacuerdo con algunas de las propuestas dirigidas a los medios masivos. Su libro de revelación es: No me lo digas, no puedo creerlo (Non me lo dire, non posso crederci, Quaderni di Téchne, Florencia, 1969). Señala el carácter  voluble de la autora que se manifiesta de forma natural y espontáneo.  Se recuerda en el libro Madrid (Milán, 1987), uno de los poemarios mejor logrado por la poeta y que se escribe en su estancia en España. En los poemas del libro Madrid  cada imagen vive un proceso y luego se exterioriza. Escribe la poeta: Corriendo siempre hacia delante, así regresa mi espíritu hacia atrás…


Los poemas son parte de su estadía en esta ciudad, el día tras día es un monólogo que va más allá de la palabra y lo comparte con el lector. Esta convivencia entre la probabilidad y el ritmo en cada verso es lo que advierte lo indescifrable. Es este el momento donde la autora del poema se libera. Los caminos poéticos se entrelazan con su vida y se evidencia en la publicación del poema


 


del libro No me lo digas, no puedo creerlo, 1969


 


IX


 


No me lo digas, no puedo creerlo;


en el Abril del 41, en Londres


el bombardeo más grave ha dejado libre


a los jóvenes de hoy, incluso en la esfera de las relaciones sexuales.


Hemos sido expulsados por actos indignos e indisciplinados,


por actos económicos insolventes


por hacer populares a poetas de sólidas ideologías


mientras


Sergei Pavlov se siente profundamente preocupado


por el modo de pensar de estas generaciones.


Estamos en un juego.


Reclamamos “héroes sin heroísmo”


renovamos el derecho a la respuesta,


al arte burgués moderna.


 “¡Bravo Pavlov!”


Ten presente que los atributos de la feminidad


resultan ser evidentes,


que en un modo todavía infantil, entiende,


la hija se encuentra al frente de un modelo femenino


que desaprueba.


Aquí hay un “yo” con manifestaciones exteriores


(escríbelos sobre el Komsomol)


que sufre en ciertas circunstancias


y aferra la resistencia


más vale la mala conducta, la incompetencia,


el  suceso.


Es terrible


y nadie nos ha advertido.


 


 


 


Ida Vallerugo  (Meduno ― Pordenone, 1946).


 


 


Comenzó a publicar sus poemas en el año 1969. El libro Interrogativo (1972)  publicado por el “Colectivo R” de Florencia, un grupo de intelectuales que fundaron una colección de cuadernos de poesía y una revista en la cual la poeta era la redactora. Su primera obra de poesía dialectal friuliana es Maa Onda. Poesías  (1997)  donde se recopilan veinte años de su obra. Su dialecto se encuentra en el paisaje familiar que desencadena una serie de sentimientos: es el idioma friulano, el mismo con el cual escribía Pier Paolo Pasolini. Una sonoridad que es más representativa y consciente del proceso externo e interno que cambia cada día en la poeta Ida Vallerugo. Escribe con la respiración y el mensaje familiar que no se puede olvidar. Escribe con nostalgia para recordar el sentido de las cosas y lo eterno de sus campos desérticos, de la sensibilidad poética como último lugar en el mundo donde se depositará toda su capacidad de riesgo, esperanza de vida y de conocimiento del lenguaje materno. Vallerugo siente la esencia como el: presagio de aquella curva del tiempo…Solo el correr confuso del amor en la orilla. 


 


La distancia


 


 


Es esta la distancia que te nombra


 


la que me asusta, pero así soy


o no soy, y sólo así te puedo nombrar.


Llorar y reír sirven al llanto y a la risa,


al vivir, no a este juego fuerte,


a mi débil aleluya en la nada.


 


«Pero si te siento, te escucho»


 


El dolor, Madre, lo decimos nosotros


en un idioma que muere.


 


 


 


 


Vivian Lamarque (Tesero, provincia de Trento, 1946).


 


 


Vive en Milán.  Su libro Teresino (1981) fue merecedora del importante premio Viareggio otorgado por el poeta Vittorio Sereni. La autora se abre a una dimensión más amplia de la desmesura y del sufrimiento. Traspasa el verso cubierto por una máscara y un largo recorrido de autoanálisis. Poemas como El señor de oro (Il signore d’oro) y el poema El Señor de los sustos (Il signore degli spaventi) se dirigen a la tercera persona del singular para exteriorizar sensaciones. El poeta Giovanni Raboni escribió estas palabras: “...absolutamente suyo y bastante raro, Lamarque tiene la gracia, esta ingenuidad, escribir poesía como si se tratara de un gesto que no tiene nada que ver con la literatura”.  Vivian Lamarque, relata la verdad en el sueño: la inocencia del verso es su creencia.


 


Eran un señor y una señora que se habían conocido


el mismo día.


¿Qué hora eran?


Las diez y treinta.


¿Y dónde estaban?...Y ¿luego?


 


Es la poética que se mueve en los espacios secretos del instinto y la realidad de los personajes que protagonizan el tiempo del lenguaje infantil. Escribe cuentos infantiles en una esfera mágica donde la relación directa con la poesía trasmite ansia, miedo, angustia, terror, dudas y el drama existencial en tensión. En sus versos conviven la ironía y la razón en un espacio incógnito.


 


El señor del sueño


 


 


Cada vez que comenzaba la noche, le enviaba pensamientos adecuados


                                                                             a la hora del silencio y de los besos.


Y los adecuados pensamientos, de techo en techo se deslizaban


             hacia él que tomado por el sueño casi alcanzaron, apenas


                                         apenas a tiempo, casi con retraso.  


 


 


 


Patrizia Cavalli, (Todi, Perugia, 1949).


 


 


Se identifica con una compleja técnica poética, es decir  que utiliza medidas métricas clásicas pero su léxico es diacrónicamente  actual. Posee una mirada de la vida contemporánea que une al lenguaje habitual y familiar en la elaboración que transmite el sentido de la ironía y de la comunicación directa. Patrizia Cavalli coloca la palabra indispensable en  el justo lugar de su corazón por eso hace de su lírica, algo más que íntima. Se desenvuelve en el ámbito de lo cotidiano y con el recuerdo con las manifestaciones de su estado de ánimo. Sus poemas trazan la expresión cómplice con la anomalía de los eventos: pequeñez, grandeza, inmensidad, exageración.


En los años Setenta, se inicia en el movimiento feministas que acompañaron el espíritu de la poesía y se recuerda uno de los libros más fuerte literariamente de esta época:


 


Mis poesías no cambiaran el mundo


 


Alguien me ha dicho


que en verdad mis poesías


no cambiarán el mundo


 yo les respondo que es verdad


 mis poesías


no cambiarán el mundo.       


 


 


 


 


 


 


Antonella Anedda (Roma, 1958).


 


Poeta y especialista en Historia del Arte Moderna, publicó su primer libro de poesía Residencias invernales en el año 1992. Se ocupa de la corrección y en esta área se recuerda el trabajo realizado en la antología del poeta Philippe Jaccottet para la Fundación Piazzolla. Entre sus últimos libros publicados, recuerdo Salva con nombre (Salva con nome, Mondadori, 2012). En los poemas de Antonella Anedda la memoria del orden es reservada a la posición de las cosas: herramientas domésticas, formas, cuerpos y  aquellos personajes que se han servido de estas substancias entre el silencio y el polvo que las abriga. La poeta Antonella Anedda comienza a desarrollar su verso entre la confusión de su casa y el descubrimiento de las herramientas de un pasado que arreglan su presente entre sensaciones de privacidad y añoranzas íntimas. Atraviesa la gestación de cada estación, para visualizar las sombras ambiguas que reflejan la vida desde su origen a través de una composición fotográfica donde la plegaria como vertiente rítmica y el abandono que rige el poema se elabora entre la sombra y el claror de su realidad.


 


del libro El catálogo de la alegría, 2003


 


Los restos del amor


 


 


El espacio respondería: poco. Un círculo despejado


con alguna ramita de amistad, un huerto pulido


relativamente vacío


un vacío que resalta hasta el ojo


a la mente que intenta recordar.


 


Sólo arena, quizás amarilla, quizás a veces más oscura y mojada.


Si lo escucháramos


quizás podríamos transcribir el sonido de la fluyente, quizás


la llanura de la permanencia. Arena movida por el viento, arena


quieta en el agua.


 


Delante de tanto realismo lentamente entendemos:


que el cantero estará siempre un poco vacío


el ojo  el mendigo que contempla el envase


la mente el pasante avergonzado.


 


Pero quizá el huerto no lo es todo.


Ya que desgarrada la rama que proviene de algún lugar


de las flores es participe la madera


de la tabla de nuez sobre la cual resueno los dedos


de esta ventana que se desliza sobre las listones de cerezo.


 


De sus ruidos descriptibles.


De una realidad más fuerte.


 


 


desde hace muchos años…

 

Sella sus versos del flujo memorial y activa recursos repetitivos, anafóricos que a veces se suspenden en visiones iluminativas y alucinantes. 

 

(del libro Tú eres Pedro, 1961 en Antología personal de Antonio Gassman, 2000)

 

Si tuviera la ligereza de una niña

en vez de este, torturado,

pesadísimo corazón y conociera

la pureza de las aguas como si estuviese

dentro de una cosecha de mitos ― sacrificios,

desnudaría esta insípida memoria

para sumergirme en ti, hecho hombre.

 

Te debo las cosechas más fructuosas

de la tierra  que ya no es de espigas

y te debo palabras como las abejas

deben la miel a su flor. Porque te amo

querido, desde siempre, antes del infierno,

antes del paraíso, todavía antes

de ser arrojado en la arcilla

mi cuerpo asustado. ¡Amor mío,     

es bien pesado llevarte en este carruaje

que conduzco en el día de la aridez

hasta tus miles grietas de consuelo!

 

 

Cristina Annino (Arezzo, 1941).

 

 

Poeta, escritora y traductora que actualmente vive en Roma, ha participado en el grupo poético “Gruppo 70” aunque es desacuerdo con algunas de las propuestas dirigidas a los medios masivos. Su libro de revelación es: No me lo digas, no puedo creerlo (Non me lo dire, non posso crederci, Quaderni di Téchne, Florencia, 1969). Señala el carácter  voluble de la autora que se manifiesta de forma natural y espontáneo.  Se recuerda en el libro Madrid (Milán, 1987), uno de los poemarios mejor logrado por la poeta y que se escribe en su estancia en España. En los poemas del libro Madrid  cada imagen vive un proceso y luego se exterioriza. Escribe la poeta: Corriendo siempre hacia delante, así regresa mi espíritu hacia atrás…

Los poemas son parte de su estadía en esta ciudad, el día tras día es un monólogo que va más allá de la palabra y lo comparte con el lector. Esta convivencia entre la probabilidad y el ritmo en cada verso es lo que advierte lo indescifrable. Es este el momento donde la autora del poema se libera. Los caminos poéticos se entrelazan con su vida y se evidencia en la publicación del poema

 

del libro No me lo digas, no puedo creerlo, 1969

 

IX

 

No me lo digas, no puedo creerlo;

en el Abril del 41, en Londres

el bombardeo más grave ha dejado libre

a los jóvenes de hoy, incluso en la esfera de las relaciones sexuales.

Hemos sido expulsados por actos indignos e indisciplinados,

por actos económicos insolventes

por hacer populares a poetas de sólidas ideologías

mientras

Sergei Pavlov se siente profundamente preocupado

por el modo de pensar de estas generaciones.

Estamos en un juego.

Reclamamos “héroes sin heroísmo”

renovamos el derecho a la respuesta,

al arte burgués moderna.

 “¡Bravo Pavlov!”

Ten presente que los atributos de la feminidad

resultan ser evidentes,

que en un modo todavía infantil, entiende,

la hija se encuentra al frente de un modelo femenino

que desaprueba.

Aquí hay un “yo” con manifestaciones exteriores

(escríbelos sobre el Komsomol)

que sufre en ciertas circunstancias

y aferra la resistencia

más vale la mala conducta, la incompetencia,

el  suceso.

Es terrible

y nadie nos ha advertido.

 

 

 

Ida Vallerugo  (Meduno ― Pordenone, 1946).

 

 

Comenzó a publicar sus poemas en el año 1969. El libro Interrogativo (1972)  publicado por el “Colectivo R” de Florencia, un grupo de intelectuales que fundaron una colección de cuadernos de poesía y una revista en la cual la poeta era la redactora. Su primera obra de poesía dialectal friuliana es Maa Onda. Poesías  (1997)  donde se recopilan veinte años de su obra. Su dialecto se encuentra en el paisaje familiar que desencadena una serie de sentimientos: es el idioma friulano, el mismo con el cual escribía Pier Paolo Pasolini. Una sonoridad que es más representativa y consciente del proceso externo e interno que cambia cada día en la poeta Ida Vallerugo. Escribe con la respiración y el mensaje familiar que no se puede olvidar. Escribe con nostalgia para recordar el sentido de las cosas y lo eterno de sus campos desérticos, de la sensibilidad poética como último lugar en el mundo donde se depositará toda su capacidad de riesgo, esperanza de vida y de conocimiento del lenguaje materno. Vallerugo siente la esencia como el: presagio de aquella curva del tiempo…Solo el correr confuso del amor en la orilla. 

 

La distancia

 

 

Es esta la distancia que te nombra

 

la que me asusta, pero así soy

o no soy, y sólo así te puedo nombrar.

Llorar y reír sirven al llanto y a la risa,

al vivir, no a este juego fuerte,

a mi débil aleluya en la nada.

 

«Pero si te siento, te escucho»

 

El dolor, Madre, lo decimos nosotros

en un idioma que muere.

 

 

 

 

Vivian Lamarque (Tesero, provincia de Trento, 1946).

 

 

Vive en Milán.  Su libro Teresino (1981) fue merecedora del importante premio Viareggio otorgado por el poeta Vittorio Sereni. La autora se abre a una dimensión más amplia de la desmesura y del sufrimiento. Traspasa el verso cubierto por una máscara y un largo recorrido de autoanálisis. Poemas como El señor de oro (Il signore d’oro) y el poema El Señor de los sustos (Il signore degli spaventi) se dirigen a la tercera persona del singular para exteriorizar sensaciones. El poeta Giovanni Raboni escribió estas palabras: “...absolutamente suyo y bastante raro, Lamarque tiene la gracia, esta ingenuidad, escribir poesía como si se tratara de un gesto que no tiene nada que ver con la literatura”.  Vivian Lamarque, relata la verdad en el sueño: la inocencia del verso es su creencia.

 

Eran un señor y una señora que se habían conocido

el mismo día.

¿Qué hora eran?

Las diez y treinta.

¿Y dónde estaban?...Y ¿luego?

 

Es la poética que se mueve en los espacios secretos del instinto y la realidad de los personajes que protagonizan el tiempo del lenguaje infantil. Escribe cuentos infantiles en una esfera mágica donde la relación directa con la poesía trasmite ansia, miedo, angustia, terror, dudas y el drama existencial en tensión. En sus versos conviven la ironía y la razón en un espacio incógnito.

 

El señor del sueño

 

 

Cada vez que comenzaba la noche, le enviaba pensamientos adecuados

                                                                             a la hora del silencio y de los besos.

Y los adecuados pensamientos, de techo en techo se deslizaban

             hacia él que tomado por el sueño casi alcanzaron, apenas

                                         apenas a tiempo, casi con retraso.  

 

 

 

Patrizia Cavalli, (Todi, Perugia, 1949).

 

 

Se identifica con una compleja técnica poética, es decir  que utiliza medidas métricas clásicas pero su léxico es diacrónicamente  actual. Posee una mirada de la vida contemporánea que une al lenguaje habitual y familiar en la elaboración que transmite el sentido de la ironía y de la comunicación directa. Patrizia Cavalli coloca la palabra indispensable en  el justo lugar de su corazón por eso hace de su lírica, algo más que íntima. Se desenvuelve en el ámbito de lo cotidiano y con el recuerdo con las manifestaciones de su estado de ánimo. Sus poemas trazan la expresión cómplice con la anomalía de los eventos: pequeñez, grandeza, inmensidad, exageración.

En los años Setenta, se inicia en el movimiento feministas que acompañaron el espíritu de la poesía y se recuerda uno de los libros más fuerte literariamente de esta época:

 

Mis poesías no cambiaran el mundo

 

Alguien me ha dicho

que en verdad mis poesías

no cambiarán el mundo

 yo les respondo que es verdad

 mis poesías

no cambiarán el mundo.       

 

 

 

 

 

 

Antonella Anedda (Roma, 1958).

 

Poeta y especialista en Historia del Arte Moderna, publicó su primer libro de poesía Residencias invernales en el año 1992. Se ocupa de la corrección y en esta área se recuerda el trabajo realizado en la antología del poeta Philippe Jaccottet para la Fundación Piazzolla. Entre sus últimos libros publicados, recuerdo Salva con nombre (Salva con nome, Mondadori, 2012). En los poemas de Antonella Anedda la memoria del orden es reservada a la posición de las cosas: herramientas domésticas, formas, cuerpos y  aquellos personajes que se han servido de estas substancias entre el silencio y el polvo que las abriga. La poeta Antonella Anedda comienza a desarrollar su verso entre la confusión de su casa y el descubrimiento de las herramientas de un pasado que arreglan su presente entre sensaciones de privacidad y añoranzas íntimas. Atraviesa la gestación de cada estación, para visualizar las sombras ambiguas que reflejan la vida desde su origen a través de una composición fotográfica donde la plegaria como vertiente rítmica y el abandono que rige el poema se elabora entre la sombra y el claror de su realidad.

 

del libro El catálogo de la alegría, 2003

 

Los restos del amor

 

 

El espacio respondería: poco. Un círculo despejado

con alguna ramita de amistad, un huerto pulido

relativamente vacío

un vacío que resalta hasta el ojo

a la mente que intenta recordar.

 

Sólo arena, quizás amarilla, quizás a veces más oscura y mojada.

Si lo escucháramos

quizás podríamos transcribir el sonido de la fluyente, quizás

la llanura de la permanencia. Arena movida por el viento, arena

quieta en el agua.

 

Delante de tanto realismo lentamente entendemos:

que el cantero estará siempre un poco vacío

el ojo  el mendigo que contempla el envase

la mente el pasante avergonzado.

 

Pero quizá el huerto no lo es todo.

Ya que desgarrada la rama que proviene de algún lugar

de las flores es participe la madera

de la tabla de nuez sobre la cual resueno los dedos

de esta ventana que se desliza sobre las listones de cerezo.

 

De sus ruidos descriptibles.

De una realidad más fuerte.

 

 

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